El viejo adagio de que “la hora más oscura es la que precede al amanecer”, bien podría describir lo que le tocará vivir al Ecuador en los próximos años. Habiendo sido reelecto con una votación mayor a la obtenida en el 2009, alcanzando más de dos tercios de la próxima Asamblea Nacional, con un control absoluto sobre el Poder Judicial y los demás órganos del estado, Rafael Correa es sin lugar a dudas, el gobernante con mayor poder en la historia del Ecuador.
Lejos de ofrecer un gesto de unidad, en un reconocimiento de que casi el 49% de los votantes ecuatorianos escogió a una alternativa distinta al oficialismo (incluyendo nulos y blancos); el Presidente Correa utilizó su declaración de victoria para amenazar a aquel único sector de la sociedad que hasta el momento le resulta molesto: la prensa independiente. Es claro que la Ley de Comunicación será aprobada por la próxima Asamblea, y probablemente en términos mucho más coercitivos a la versión que no pudo ser aprobada en este periodo.
Pero no solo los medios de comunicación están en la agenda del gobierno, es vox populi que el gobierno prepara reformas a las leyes educativas para hacerse con un control más firme sobre los contenidos que se imparten en los establecimientos privados y para regular el “lucro” en la educación; más adelante vendrán nuevas reformas al sistema financiero con el objeto de regular los segmentos de la economía a los cuales debe canalizarse el crédito; probablemente seamos testigos de una recentralización de competencias (e ingresos) actualmente en manos de los municipios, para volverlos aún más dependientes (hasta el límite de la mendicidad) del gobierno. Para finalmente (y luego de concluir que no hay más alternativa para el bien de la Patria), reformar la Constitución para permitir la reelección indefinida del Presidente. Cuando uno controla dos tercios de la Asamblea, el cielo es el límite.
Pero será precisamente esa concentración de poder sin precedentes, la causa del fin de la Revolución Ciudadana. Cuando una persona llega a controlar por más de diez años el poder de forma absoluta, simplemente ya no hay a quien más echarle la culpa de los problemas que aquejan al Ecuador y de aquellos que están por venir. Y es que este gobierno, con sus políticas de mayores impuestos, incremento indiscriminado del gasto público y del endeudamiento, ha dejado aún más expuesto al Ecuador ante una posible caída en el precio del petróleo. Y para mala suerte nuestra, esa caída ya no tiene que ser tan pronunciada para afectarnos severamente y esa corrección eventualmente llegará, ya sea en uno, dos o tres años y sus efectos podrían llegar a ser devastadores.
Pese a lo abrumador del resultado electoral de ayer, no todo es negativo para la oposición (y por ende para el país). Lo peor que lo pudo pasar a la oposición es que no existiera claridad en el resultado sobre quienes están llamados a liderarla. Hoy eso no está en duda, el líder de la oposición se llama Guillermo Lasso y el principal movimiento de oposición se llama CREO. Pero precisamente por ello, les corresponde asumir la responsabilidad de no repetir los errores de aquellos líderes y partidos que ayer fueron sepultados en las urnas, que privilegiaron sus pequeños intereses particulares antes que los del país; y de ser capaces de aglutinar de una manera inteligente a todos aquellos que no están dispuestos a bajar los brazos ante un gobierno que no tiene problema alguno en destruir la honra, la familia y el patrimonio de quien se cruce en su camino.
Y ese trabajo empieza hoy, estando a un año de las elecciones seccionales, en las cuales el gobierno tiene la mira puesta en aquel único bastión electoral que se le ha resistido: la Alcaldía de Guayaquil; elección en la que al mismo tiempo, la oposición tiene posibilidades reales de arrebatarle la Alcaldía de Quito. Pero para que eso sea posible hace falta que los mejores estén dispuestos a participar, y que los pocos partidos sobrevivientes sean capaces de llegar a entendimientos básicos que eviten que se repitan errores innecesarios como los resultados de esta elección legislativa.
No hay dudas de que se vienen días difíciles para quienes amamos la libertad en este país, pero precisamente por el tan alto valor que tiene la libertad, nadie podría pretender que recuperarla resulte sencillo. Por el contrario, costará mucho; pero es este y no otro el momento de la historia que nos ha tocado vivir, momento ante el cual caben solo dos actitudes posibles: la valentía o el miedo. Ya dependerá de cada uno de nosotros el camino que queramos elegir.
*Este texto fue publicado originalmente en LaRepublica.ec el 18 de febrero de 2013.